martes, 28 de junio de 2011

Una dulce bofetada

Un hombre bofeteó a una mujer. Precisamente sin usar ningún arma, ningún utensilio, sin tocarla, sin amenazarla con quitarle la vida, sin golpes. Solo bofeteó su alma. ¿Como después de tanto amor, puede acabar en el más profundo dolor del alma? Situaciones de alegrías, tristezas, travesuras, momentos de complicidad, deseo, pasión, ternura, todo aquel sentimiento que puede haber en el principio del amor. Porque digo principio, porque lo más bello de una relación es cuando todo empieza.
Conoces a esa persona, y sientes que es tu otra mitad, tu media naranja, y aunque suene cursi, el hombre o la mujer de tu vida. La relación va tomando su curso, empieza a fortalecerse, surgen situaciones de fidelidad, de compromiso, de amor a una pareja, no una simple pareja, sino a la que quieres ver cada vez que te levantas por las mañanas. Te sientes el mas dichoso de tenerla a su lado, no tendría sentido tus metas ni tus sueños, si no la compartes con ella. Nada tiene sentido, sin la compañía de esa persona. Así se va formando y floreciendo una relación cuando las ilusiones pasan a segundo plano, y llega ser un futuro que quieres y que sí se puede hacer realidad. Un ataque de risa envueltos en la cama, y verlos reír sin importar lo que venga después, eso es no tenerle miedo al amor, y entregarte por completo. El amor muchas veces te hace cometer locuras, no importa los prejuicios, las razas, las clases sociales, y todo lo que el mundo exterior siempre enfrenta al hombre, y ni siquiera la razón puede luchar con el sentimiento que solo tu corazón entiende. Una rosa y un peluche, entregados por él, y recibidos por ella. Sonrojados, sintiendo un amor como dos adolescentes, ahí es donde empieza un amor que nunca acabará. Así el hombre cambia y empieza a ser más sensible por ella, y ella que era detallista, solo empezó a serlo con él. Las 24 horas al día tu mente da vueltas en clases, en casa, en la calle, en el carro de ida y venida, en la sala, en las noches, en todo momento. Ya estás en la etapa del enamoramiento. No hay vuelta atrás. Y es que se convierten en dos niños solo jugando y sin importarles si perderán o no a al finalizar el juego. Mientras la ruleta avanza junto con los momentos felices disfrutando del amor, totalmente cegados, llegó el día de la dificultad. Ese amor tierno, comprensivo, confiable, empezó a tener grietas en la mitad del camino. Y es que es inevitable ir en contra la naturaleza, el hombre jamás dejará de ser hombre, y la mujer, una mujer. Somos diferentes. Deberían ellos entendernos a nosotras? O nosotras a ellos?. Las peleas, los celos, la desconfianza, y más allá de ello, solo es cuestión de que todo esto es provocado si es que no conoces a la otra persona. ¿El tiempo fue corto para que se conozcan? ¿Y el sentimiento donde quedó? Pues deberíamos llamarlo amor si es que hay entrega por completo, si es que se lucha por lo que uno quiera, sea la dificultad que sea. La sensación de realizar tu vida con esa persona se esfumó. No podemos negar que haber acabado una relación no es fácil, asi como para él y para ella, haber dicho que esto se acabaría para siempre y donde las ilusiones fueron extraídas bruscamente del corazón, calló como agua fría en el cuerpo. Y a pesar de ello, jamás hay que perder el sentido a la vida, es verdad que esa persona compartió contigo momentos inolvidables, y que se convertirán solo en recuerdos. Pero tu vida aún espera por ti, si por amor fuese que tu futuro se venga abajo, inmediatamente estuvieras destruida. Y es que la realidad es otra, sufrir por amor, es parte de ello, y si esa persona es para ti regresará, pero sino lo es, quizás el gran amor de tu vida te estará esperando en alguna parte de este mundo. La dicha de vivir, es la dicha de disfrutarla y no desperdiciándola. A pesar de aquella bofeteada, asi hombre como mujer, debe continuar sin sentirse marcado, solo sintiéndose satisfecho de haber sentido el amor, de haberlo entregado todo, pues no tendría gracia haberlo hecho sin sentir ese puñal, porque no entenderías el sentido de amar.

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